NUESTRO OCASO
Al final de la tarde o mejor dicho al finalizar el día, siempre hay un ocaso en el que podemos apreciar el esplendor o lo grisáceo del mismo, casi siempre ese ocaso nos muestra la luz, o lo cenizo del día que se termina; dando paso a las penumbras de la noche.
A veces al contemplar esos atardeceres, nuestros sentimientos cambian entre alegría y tristeza, entre felicidad y melancolía; pareciera que al final del día el sol se hubiera fijado en nuestro estado de ánimo y nos acompañara por un lado a celebrar con su luz, la alegría de un día fructífero; y por el otro lado a consolarnos con su agrisado, la tristeza de un día que podíamos decir: "perdido, estéril, infructuoso".
¿Quién pudiera ser como el sol y tener un ocaso cada día?
¿Quién como él pudiera tener la oportunidad de morir en la tarde y resucitar en la siguiente mañana? Si hubo un ocaso esplendoroso o grisáceo; qué importa! cada 24 horas habrá otro.
Sin embargo, nosotros los humanos solamente tendremos un ocaso en la vida; para el ser humano no hay repetición; por eso cuando sintamos que vamos llegando al ocaso de nuestra vida, es mejor ir haciendo un balance de nuestra existencia; puede que nos sintamos orgullosos de que no hemos pasado en vano por esta vida; sentir que las experiencias vividas nos han servido de escalera para llegar a un equilibrio en que nuestros actos vayan de acuerdo con la cordura, pero sin llegar a creer, "que hemos alcanzado por completo el entendimiento del ser humano".
Si sentimos que no encontramos nada que justifique el recorrido de nuestra existencia, si encontramos un "déficit" en el balance, si vemos que los números están en "rojo"; es bueno que seriamente nos pongamos a pensar de cómo queremos llegar al ocaso del día: con luz y llenos de alegría, o con sombras y con un saco de tristezas.
A veces no hay tiempo de enmendar, por lo tanto es mejor corregir a tiempo para no después lamentar.
Memorias de BriznaDpaz
Enero 17, 2010
Al final de la tarde o mejor dicho al finalizar el día, siempre hay un ocaso en el que podemos apreciar el esplendor o lo grisáceo del mismo, casi siempre ese ocaso nos muestra la luz, o lo cenizo del día que se termina; dando paso a las penumbras de la noche.
A veces al contemplar esos atardeceres, nuestros sentimientos cambian entre alegría y tristeza, entre felicidad y melancolía; pareciera que al final del día el sol se hubiera fijado en nuestro estado de ánimo y nos acompañara por un lado a celebrar con su luz, la alegría de un día fructífero; y por el otro lado a consolarnos con su agrisado, la tristeza de un día que podíamos decir: "perdido, estéril, infructuoso".
¿Quién pudiera ser como el sol y tener un ocaso cada día?
¿Quién como él pudiera tener la oportunidad de morir en la tarde y resucitar en la siguiente mañana? Si hubo un ocaso esplendoroso o grisáceo; qué importa! cada 24 horas habrá otro.
Sin embargo, nosotros los humanos solamente tendremos un ocaso en la vida; para el ser humano no hay repetición; por eso cuando sintamos que vamos llegando al ocaso de nuestra vida, es mejor ir haciendo un balance de nuestra existencia; puede que nos sintamos orgullosos de que no hemos pasado en vano por esta vida; sentir que las experiencias vividas nos han servido de escalera para llegar a un equilibrio en que nuestros actos vayan de acuerdo con la cordura, pero sin llegar a creer, "que hemos alcanzado por completo el entendimiento del ser humano".
Si sentimos que no encontramos nada que justifique el recorrido de nuestra existencia, si encontramos un "déficit" en el balance, si vemos que los números están en "rojo"; es bueno que seriamente nos pongamos a pensar de cómo queremos llegar al ocaso del día: con luz y llenos de alegría, o con sombras y con un saco de tristezas.
A veces no hay tiempo de enmendar, por lo tanto es mejor corregir a tiempo para no después lamentar.
Memorias de BriznaDpaz
Enero 17, 2010
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